Haz de mí, Señor, un creador de cosas vivas.
Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz.
Que donde haya odio, ponga amor;
donde haya ofensa, ponga perdón;
donde haya discordia, ponga unión;
donde haya error, ponga verdad;
donde hay duda, ponga confianza;
donde haya desesperación, ponga esperanza;
donde haya tinieblas, ponga luz
y donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Haz, en fin, Señor que no me empeñe tanto
en ser consolado, como en consolar;
en ser comprendido, como en comprender;
en ser amado, como en amar.
Porque dando es como se recibe.
Olvidando es como se encuentra.
Perdonando se es perdonado.
Y muriendo se resucita a la vida que no conoce fin.
San Francisco de Asís
sábado, 23 de enero de 2010
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